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Hay mucha confusión informativa en el conocimiento de los beneficios y riesgos que suponen la implantación de una prótesis articular. Con este artículo pretendo aclarar algo este panorama y me voy a ceñir a las dos articulaciones más experimentadas: la cadera y la rodilla, exponiendo aquellas cuestiones que en mi experiencia son más demandadas por los pacientes cuando acuden a la consulta.

¿Qué es una prótesis?

Es un dispositivo artificial, compuesto de varias piezas, que una vez implantadas quirúrgicamente en el organismo, intentan imitar el funcionamiento de una articulación dañada. Las articulaciones más experimentadas para realizar esta sustitución son la cadera (unión de fémur y pelvis) y la rodilla.

La evolución en el progreso y desarrollo de estos implantes se ha basado siempre en dos vertientes:

–       El diseño y composición del implante.

–       Los sistemas de implantación de los componentes artificiales sobre el hueso del paciente.

 Los objetivos de estas técnicas quirúrgicas persiguen obtener una similitud en el funcionamiento de articulación artificial con una natural sana, y también el alcanzar una duración del beneficio obtenido por un tiempo muy prolongado, a ser posible durante toda la vida.

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¿De qué están compuestas las prótesis?

La composición de todos los elementos de los que están compuestas las prótesis han de tener las siguientes características:

– Biocompatibilidad.  Significa que están hechos de materiales que no causan “rechazo” por el organismo.

– Resistencia a las solicitaciones mecánicas: Significa que son lo suficientemente fuertes para soportar carga y movimiento sin romperse.

– Resistencia a la fricción y a la corrosión: Significa que son capaces de soportar el desgaste por el uso al realizar movimiento entre las superficies de contacto y  también al deterioro por encontrarse en un medio bioquímico  como es el organismo humano.

 

 Los materiales más frecuentes que se utilizan en la elaboración y manufactura de implantes para la sustitución protésica son los siguientes:

–  Polietilenos de ultra alto peso molecular y de enlaces cruzados: Son plásticos de un grado muy alto de dureza y resistencia a la fricción. Con este material están hechos la mayoría de los componentes acetabulares (cotilos) y platillos tibiales.

–  Acero de grado médico: Son aleaciones de diferentes metales que consiguen una dureza adecuada y una biocompatibilidad excelente. Los vástagos femorales por ejemplo suelen estar  hechos de estos materiales.

–  Aleaciones de titanio: Se utiliza en la elaboración de componentes no cementados ya que tienen muy buena integración con el hueso.

–  Cerámicas  Son un tipo especial de porcelana, con elementos inorgánicos no metálicos integrados por enlaces iónicos. Son muy resistentes gracias a su grado de pureza y tamaño del grano (ejemplo alúmina), dichos materiales se emplean en la elaboración de cabezas femorales.

–   Polimetilmetacrilato: Es el llamado cemento óseo con el que se fijan los implantes al hueso. En realidad es un material que no tiene función de pegamento sino el de crear mejor adaptación entre el componente de la prótesis y el tejido óseo, facilitando su adhesión e integración.

–   Tantalio. Es un metal llamado de transición, que es muy ligero y que se adapta muy bien al hueso (osteointegración), siendo muy resistente a la corrosión. Se utilizó en experimentos espaciales y se ha incorporado recientemente a la composición de implantes protésicos de alta calidad.

En realidad estos materiales, al no ser humanos,  no son completamente perfectos. La investigación y experiencia han ido demostrando cuales son los más adecuados a cada caso particular y han ido definiendo cuales son los mejores para cada tipo de componente, así como la mejor combinación entre ellos. Así mismo, hay ciertos factores, como la edad del paciente, la calidad ósea, etc, que nos hacen decidir en cada situación cual es la mejor elección y combinación entre ellos.